"El otoño se fue instalando calladamente. Con el paso de los días tenía la sensación de que, poco a poco, su cuerpo se iba volviendo transparente. Se esforzó en pensar lo mínimo. Pero no pensar en nada era imposible. Cuando se produce un vacío, siempre hay algo que lo llena. Por lo menos, se consolaba, en ese momento no sentía la necesidad de odiar nada ni a nadie."
Haruki Murakami, 1Q84 (libro 3)
Tu boca es viento, es la huella prohibida y alada, tu boca en mi mirada. Tu boca ida, mapa único del deseo, clavada en el cielo con ese perfecto gesto de estrellas, la luna de tu boca, ajena. Abandono apenas el resto de mi beso, inútil, en la aurora curva de tu boca. La ruta de tu boca sólo me permite llegar a la esquina ya ocupada de tu boca. (LFG 01/2010)
sábado, 21 de enero de 2012
jueves, 19 de enero de 2012
LA PREGUNTA
Amor, una pregunta
te ha destrozado.
Yo he regresado a ti
desde la incertidumbre con espinas.
Te quiero recta como
la espada o el camino.
Pero te empeñas
en guardar un recodo
de sombra que no quiero.
Amor mío,
compréndeme,
te quiero toda,
de ojos a pies, a uñas,
por dentro,
toda la claridad, la que guardabas.
Soy yo, amor mío,
quien golpea tu puerta.
No es el fantasma, no es
el que antes se detuvo
en tu ventana.
Yo echo la puerta abajo:
yo entro en toda tu vida:
vengo a vivir en tu alma:
tú no puedes conmigo.
Tienes que abrir puerta a puerta,
tienes que obedecerme,
tienes que abrir los ojos
para que busque en ellos,
tienes que ver cómo ando
con pasos pesados
por todos los caminos
que, ciegos, me esperaban.
No me temas,
soy tuyo,
pero
no soy el pasajero ni el mendigo,
soy tu dueño,
el que tú esperabas,
y ahora entro
en tu vida,
para no salir más,
amor, amor, amor,
para quedarme.
Amor, una pregunta
te ha destrozado.
Yo he regresado a ti
desde la incertidumbre con espinas.
Te quiero recta como
la espada o el camino.
Pero te empeñas
en guardar un recodo
de sombra que no quiero.
Amor mío,
compréndeme,
te quiero toda,
de ojos a pies, a uñas,
por dentro,
toda la claridad, la que guardabas.
Soy yo, amor mío,
quien golpea tu puerta.
No es el fantasma, no es
el que antes se detuvo
en tu ventana.
Yo echo la puerta abajo:
yo entro en toda tu vida:
vengo a vivir en tu alma:
tú no puedes conmigo.
Tienes que abrir puerta a puerta,
tienes que obedecerme,
tienes que abrir los ojos
para que busque en ellos,
tienes que ver cómo ando
con pasos pesados
por todos los caminos
que, ciegos, me esperaban.
No me temas,
soy tuyo,
pero
no soy el pasajero ni el mendigo,
soy tu dueño,
el que tú esperabas,
y ahora entro
en tu vida,
para no salir más,
amor, amor, amor,
para quedarme.
Pablo Neruda
martes, 3 de enero de 2012
"Seguía pensando que todo eso podía llevarlo al sufrimiento, a la decepción, al callejón sin salida afectivo más aterrador que existe. Sin embargo, tenía ganas de seguir ese camino. Tenía ganas de partir hacia un destino desconocido. Nada era trágico. Sabía que habían transbordadores entre la isla del dolor, la del olvido y aquélla, más lejana todavía, de la esperanza."
David Foenkinos, La delicadeza
David Foenkinos, La delicadeza
domingo, 1 de enero de 2012
EL ADIÓS
Entró y se inclinó hasta besarla
porque de ella recibía la fuerza.
(La mujer lo miraba sin respuesta.)
Había un espejo humedecido
que imitaba la vida vagamente.
Se apretó la corbata,
el corazón,
sorbió un café desvanecido y turbio,
explicó sus proyectos
para hoy,
sus sueños para ayer y sus deseos
para nunca jamás.
(Ella lo contemplaba silenciosa.)
Habló de nuevo. Recordó la lucha
de tantos días y el amor
pasado. La vida es algo inesperado,
dijo. (Más frágiles que nunca las palabras.)
Al fin calló con el silencio de ella,
se acercó hasta sus labios
y lloró simplemente sobre aquellos
labios ya para siempre sin respuesta.
Entró y se inclinó hasta besarla
porque de ella recibía la fuerza.
(La mujer lo miraba sin respuesta.)
Había un espejo humedecido
que imitaba la vida vagamente.
Se apretó la corbata,
el corazón,
sorbió un café desvanecido y turbio,
explicó sus proyectos
para hoy,
sus sueños para ayer y sus deseos
para nunca jamás.
(Ella lo contemplaba silenciosa.)
Habló de nuevo. Recordó la lucha
de tantos días y el amor
pasado. La vida es algo inesperado,
dijo. (Más frágiles que nunca las palabras.)
Al fin calló con el silencio de ella,
se acercó hasta sus labios
y lloró simplemente sobre aquellos
labios ya para siempre sin respuesta.
José Ángel Valente
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